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Sacerdotes dominicos como asesores de la dirección general del Centro Nacional de Memoria Histórica - CNMH

“Desde el CNMH – somos conscientes de la necesidad de integrar todas las memorias”

|  marzo 07 de 2024  |

En enero de 2024, fr. Ricardo Ernesto Torres Castro, O.P., se posesionó como asesor de la dirección general del Centro Nacional de Memoria Histórica – CNMH. Junto a él, trabajará también fr. Alberto René Ramírez, O.P. En conversación con el Boletín de Provincia, estos hermanos cuentan cuáles son sus perspectivas en este nuevo trabajo, su visión sobre los procesos de construcción de memoria histórica, de manera particular en el marco de las negociaciones de paz que ha tenido nuestro país. También nos habló sobre la participación un religioso dominico en el seno de una agencia del Estado como lo es el CNMH.

 

Fr. Jun Francisco: ¿cómo llegó al Centro Nacional de Memoria Histórica – CNMH?

Fr. Ricardo Torres: Conocí el CNMH en el marco de un evento organizado por sus funcionarios en la Sierra Nevada de Santa Marta con los cuatro pueblos indígenas que habitan en la Sierra. Estuve en calidad de asistente. Fue un evento de reconstrucción de memoria histórica. Allí, la directora del Centro me invita a ser parte de su equipo, considerando que es necesario reforzar la dimensión pedagógica del CNMH.

 

J.F: ¿Cuál es el cargo y cuáles son sus funciones?

FR.R.T: El cargo se denomina “asesor para la dirección general en Enfoques Diferenciales y Pedagogía. Sus funciones son: asesorar a la dirección general, confiada a María Gaitán Valencia, en la conceptualización definición de políticas planes y programas en el Marco del objeto misional del CNMH; en el establecimiento de relaciones y alianzas con el sector externo, organizaciones de la sociedad civil y sector educativo; asesorar a la dirección general y a las dependencias de la entidad en lo relativo a la inclusión y a la perspectiva de género en los diversos procesos que se desarrollan; en la definición e implementación de metodologías, procesos de formación y líneas de investigación con énfasis en pedagogía para la apropiación social de la memoria; revisar y analizar informes de investigación presentados por la dependencias; asistir y participar en eventos relacionados con la labor misional del Centro; y otras funciones que se encargan desde la dirección general, de acuerdo a la naturaleza del cargo.

 

J.F: ¿Cómo cree que puede beneficiar al Centro la presencia de un religioso como Usted? ¿Tiene realmente un aporte especial?

FR.R.T: Frente a la primera pregunta, me parece que la experiencia académica, la experiencia de trabajo en la Universidad Santo Tomás y particularmente la experiencia que tuve en el Secretariado Nacional de Pastoral Social, de la Conferencia Episcopal, así como en la dirección de Pastoral Social de la diócesis de Tibú, me hacen capaz de aportar mucho al CNMH. Esto en lo que respecta a la búsqueda del esclarecimiento de la verdad, a la reparación y a la reconciliación del país. Frente a la pregunta si realmente hay algún aporte especial, espero que sí.

 

J.F: ¿Qué significa que un fraile de la Orden esté al servicio de en una agencia del Estado?

FR.R.T: Que un fraile dominico en Colombia esté ingresando a la función pública permite que la misión de la Provincia tenga un impacto real en el país; ayuda a construir sentido entre los mismos frailes sobre la necesidad de aportar en estas instituciones y nos permite poner a disposición de la sociedad la formación que hemos recibido. La presencia de los frailes, porque no soy, ni voy a ser el único, es un aporte de la Provincia al país, desde sus prioridades a nivel de Justicia y paz.

 

J.F: ¿Cómo ve la participación de religiosos en otras entidades diferentes a las de la Orden, e incluso, diferentes a las de la Iglesia?

FR.R.T: Los frailes dominicos en Colombia nos hemos negado la posibilidad de estar involucrados y aportando en la construcción de la sociedad. Es necesario, casi que urgente, que los frailes tomemos conciencia de la necesidad de oxigenar nuestras propias instituciones, de enriquecer nuestra perspectiva de vida desde otros horizontes que no son necesariamente las instituciones de la Provincia.

 

J.F: ¿Cómo ve los procesos de recuperación de memoria, precisamente en el marco de los procesos de paz que se han realizado en nuestro país? Y en este sentido, ¿cuáles son los desafíos más urgentes del CNMH para la recuperación de dicha memoria y para la construcción de paz?

FR.R.T: El trabajo de memoria es lento. Vivimos cuatro años de negacionismo de un conflicto armado que llevó a que los procesos de recuperación y reconstrucción de memoria fueran casi que anulados en el país. Las victorias son de las víctimas y de las resistencias que, frente a la obstinación de un gobierno por no reconocer el conflicto frenó la dinámica de reconstrucción de memoria. En este momento desde el Centro somos conscientes de la necesidad de integrar todas las memorias, de involucrar a todas las comunidades y de hacer que el país en sus territorios hable, procese la información y se garanticen las medidas de reparación efectiva que el pueblo ha estado pidiendo por décadas.

 

J.F: Fr. Alberto René, ¿cuál es el objetivo de su colaboración con el CNMH, junto a fr. Ricardo?

Fr. Alberto René: Cuando fr. Ricardo Torres, O.P. asumió la responsabilidad de sumarse a la asesoría de la dirección del CNMH, en la dependencia de Pedagogía y Enfoques, me invitó a formar parte de su equipo para colaborar en la revisión y actualización de lineamientos que rigen en el Centro de Memoria. Mi trabajo tiene que ver, sobre todo, con los aspectos conceptuales, metodológicos, didácticos y de acción; aspectos cruciales si se tiene en cuenta que ellos son indispensables para la ejecución de políticas, planes, programas y proyectos que se encaminan a la consolidación de la gran tarea de desarrollar y fortalecer una pedagogía para la apropiación social de la memoria y de la no repetición .

 

J.F: Va a ayudar a preparar una cátedra sobre memoria histórica. ¿Puede contarnos los fundamentos epistemológicos que piensas plantear allí?

A.R.: Si bien pertenece al área de la pedagogía, mi colaboración se enmarca en la dinámica trasversal que tiene por objetivo el de diseñar una cátedra de la memoria y la verdad. Esta busca rescatar el espacio que perdió la cátedra de historia en los colegios, para que se implemente como instrumento o como insumo en vista de la apropiación social de la memoria en el país. La Catedra de la Paz es, para este propósito, un elemento de referencia. Así que teniendo en cuenta estas circunstancias, diría, en términos generales, que en este momento rigen como fundamentos epistemológicos aspectos como la relación y tensión entre memoria e historia. Esto orientado por la responsabilidad por construir y buscar verdad, entendida como la aproximación que responda más convenientemente al derecho que tenemos todos de conocer lo que sucedió en nuestro país a nivel de la violencia y del conflicto. De manera particular, nos interesa responderle a las víctimas del conflicto, a su derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación y no repetición. Todo ello conlleva para tener en cuenta otro aspecto como la valoración de la memoria colectiva como un recurso fundamental para la construcción de identidades y para la comprensión de los procesos históricos, reconociendo la diversidad de experiencias y perspectivas.

 

J.F: Sin pretender ningún auto-referencialismo, pero ¿cree que la tradición dominicana, con su teología de la encarnación, sus riquezas y, por qué no, también sus desaciertos, pueden aportar algo a la construcción de memoria en la cual usted se va a enrutar?

A.R.: Lamento que esa sensación del “auto-referencialismo” no sea del todo infundada y te lo indico porque creo que si bien este campo de acción en el que ahora fr Ricardo y yo estamos incursionando se identifica plenamente con el compromiso al que insistentemente se invita desde el Evangelio, desde la Doctrina Social de la Iglesia y desde los innumerables y fehacientes testimonios de los hermanos y hermanas que nos han precedido en la Orden. Nuestro aporte a estos procesos tan urgentes como estratégicos, han sido más bien circunstanciales, es decir, hemos sido actores por tener campos de misión en zonas de conflicto y por el protagonismo de algunos de nuestros hermanos y hermanas.

Sin embargo, el hecho de tener la promotoría de Justicia y Paz implicaría que, reconociendo la independencia y las dinámicas que rigen su naturaleza, lo que comenzamos a hacer ahora no debería ser un terreno ajeno a nuestro compromiso, como fronteras de predicación. Ciertamente debemos movernos por la compasión y la solidaridad con los más vulnerables de nuestro país, por su derecho a la justicia, a la paz y sobre todo a la verdad.

 

J.F: La Orden, a través de instituciones o de personas en particular, se ha comprometido en procesos de construcción de paz y de memoria. Es el caso de la presencia en el Catatumbo, tan diversa con el paso del tiempo, o el trabajo de algunos hermanos en el Occidente de Boyacá, en la provincia guanentina de Santander o en los algunos de los diálogos de paz con grupos armados. Viendo la situación de la provincia, y sus potencialidades, ¿en qué terrenos podríamos todavía aventurarnos para apoyar la construcción de paz y de memoria?

A.R.: Esta presencia nuestra – a la que ya por nombrarla le haces justo reconocimiento –, responde a acompañamientos decididos y notables pero sujetos a la circunstancialidad y a las capacidades de liderazgos particulares, sin que estos esfuerzos se consoliden adecuadamente en un compromiso dominicano afianzado y sistematizado a nivel nacional e internacional que pudiera servir de ejemplo o referencia a todos estos estamentos nacionales como el CNMH. De modo que, si bien es gratificante reconocer nuestra presencia solidaria con las comunidades que viven directamente fenómenos como el conflicto armado y la exclusión social, creo, no obstante, que como Orden deberíamos ser más propositivos en tener iniciativas o brindar propuestas que enriquezcan los presupuestos y los medios que hagan más adecuado el acompañamiento de los que sufren por causa de la injusticia y la violencia. Puede ser que también nuestra presencia en el CNMH sea circunstancial, pero no lo debe ser la posibilidad de establecer entre la Orden Dominicana y estas dependencias una relación mucho más permanente y sinérgica que nos otorgue un protagonismo que esté a la altura del compromiso que hemos tenido los dominicos con las comunidades más vulnerables en otros lugares y en otras épocas.

 

Entrevista realizada por fr. Juan Francisco Correa, O.P, cronista del convento de San José, Bogotá.


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