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Predicación

Convento Enrique Lacordarie / Medellín

| mayo 22 de 2024  | Por: Fr. Alexander Sánchez, O.P. • Prior | 

En el relato de la anunciación se narra que el ángel ahuyenta de María Santísima cualquier asomo de duda frente al misterio de la concepción divina, diciéndole que el Espíritu de Dios la ha cubierto con su sombra. El Hijo concebido sin pecado será guiado por el Espíritu, crecerá en Espíritu, prometerá su Espíritu como abogado, intercesor, santificador y dador de conocimiento, entregará su Espíritu al padre en la Cruz y lo dará a los apóstoles como don y regalo del resucitado (no tengan miedo soy yo, alégrese, tomen mi paz y mi espíritu es el mensaje de Jesús Resucitado).

Sin duda alguna, el gran protagonista de la historia de salvación, de tu historia de salvación y de mi historia de salvación es el Espíritu Santo,

La escritura inicia narrando la historia de la salvación diciendo que en el principio todo era caos y tiniebla y que el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas (Gn 1, 1-4). Ese espíritu al que se refiera la escritura ya desde el principio de todo lo creado (ordenado) es y sigue siendo el protagonista de toda la historia de salvación, de nuestra propia historia de salvación.

Dios ha dispuesto que nuestra vida esté animada por su espíritu y esté guiada por su espíritu. El relato de la creación narra que Dios insufló sobre el hombre su espíritu, y el libro de los hechos de los apóstoles nos narra que el resucitado dio su espíritu al colegio apostólico y a la Iglesia.

La vida sacramental principia con nuestro bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu y confirmamos nuestra fe con el sacramento de iniciación cristiana de la confirmación que reafirma y consolida nuestro bautismo mediante la gracia del Espíritu Santo.

Para el Concilio Vaticano II la acción del Espíritu Santo es tan grande que incluso se puede manifestar en lugares y espacios no cristianos (constitución apostólica Ad Gentes y Lumen Gentium).

Celebrar la solemnidad del Espíritu Santo debe ser para nosotros un momento de renovación en Espírito, de renovación en sus dones.

Para el seguidor de Cristo su plegaria más importante ha de ser invocar la luz, guía, asistencia del Espíritu.


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