Solemnidad de san Francisco de Asis
Solemnidad de san Francisco de Asis
Diácono y fundador de tres órdenes
| octubre 04 de 2024 | Homilía pronunciada en la Universidad San Buenaventura-Bogotá |
Lecturas:
Eclo 50, 1-3.7
Gal 6, 14-18
Mt 11, 25.30
Las equivocaciones del enamorado
Las manos cruzadas y la cruz
La ruptura de fronteras
Es un gran honor acompañarlos en esta etapa final de las fiestas de San Pacho, día en el que ofrecemos la acción de gracias a Dios por la santidad de Francisco de Asis y por su legado espiritual y humano en la Iglesia y en la sociedad, representado en todos aquellos que visten el hábito marrón, portan con orgullo la Tau y defienden los valores de la fraternidad relacional. Y aunque hay numerosas razones para que este honor exista y provoque alegría, esta aquel que halla su inspiración en el encuentro legendario entre Santo Domingo de Guzmán y Francisco de Asís, encuentro que nos tiene hoy aquí y que siempre será para nosotros una llamada a la fraternidad con sabor a noticia alegre.
Estoy seguro de que en estos días de celebración habrán tenido diversas ocasiones de conjugar los verbos que la figura de Francisco logra provocar, hoy, sin embargo, quisiera unirme a sus acciones compartidas y pensamientos franciscanos deteniéndome brevemente en tres temas de reflexión que lograron sobreponerse a todos los demás, todos ellos inspirados en acciones y símbolos concretos de la espiritualidad franciscana, estos son, los aprendizajes del enamorado, los brazos entrecruzados delante de la cruz y la ruptura de las fronteras.
Quienes admiramos a Francisco de Asís podremos estar de acuerdo en que su nivel de enamoramiento por Jesucristo crucificado y su buena noticia harían sonrojar nuestros más nobles empeños en el seguimiento de Jesús, especialmente aquellos que limitamos a causa del temor a la vergüenza o de ser burlados, aquellas buenas intenciones que dejamos condicionar por todas las demás etiquetas con las que rotulamos las expresiones de fe creyente o por el simple miedo a equivocarnos.
El amor apasionado de Francisco hizo de él un hombre de acción y de acciones, algunas de ellas equivocadas y torpes, pero genuinas, honestas y obedientes a la voz que lo inspiraba, malentendidos apasionados que le abrieron nuevos caminos de comprensión de la voluntad de Dios que lo llamaba a reparar la Iglesia, “reparar el templo, (…) afianzar el santuario” escuchamos en la primer lectura.
“Cursi” sería uno de los primeros calificativos que suelen aparecer ante las manifestaciones de un apasionado por una persona o por alguna causa, porque nos parece ilógico o irracional que alguien o algunos haga o hagan esto o aquello, pero son acciones comprensibles solo para quien está envuelto en la misma atmósfera del encanto, del conocimiento, de la relación, pero nosotros sabemos bien que no hay otro modo de demostrar las convicciones sino expresándolas, y en ellas equivocándonos o terminar ganando puntos, como decimos coloquialmente. Esto que puede sucederle a un enamorado, es lo que sucedió a los discípulos con Jesús, a Abraham con Dios y a Francisco de Asís, solo aventurándose ocurrían revelaciones y nuevos aprendizajes.
Un joven profesor de teología que enseña en las aulas de este campus tatuó en su brazo una consigna que podría reflejar lo que estoy tratando de expresar sobre mi comprensión de las torpezas del amante de Asís que hoy nos tiene aquí: “en teología nunca se parte de ceros, aunque siempre se vuelve a comenzar”, esto es lo que vemos en Francisco, eso que yo irrespetuosamente llamo torpezas no son sino los pasos hacia un avance en la relación con Dios, con una persona, con una causa. Solo reparando una iglesita maltrecha, Francisco comprendió lo que es la iglesia y su lugar en ella, solo así es que se van afinando intuiciones, ganando conocimiento, logrando avances, porque cada una de esas manifestaciones, por más inverosímiles que sean, no son sino las convicciones internas de quien se siente interpelado en el amor. Eso es lo que hace que llamemos a Francisco como el pobre de Asís o el juglar de Dios, esas son las intuiciones que hicieron de San Buenaventura el patrono de esta institución, o que termináramos optando por alguien, por la profesión que tenemos y la carrera profesional que estamos estudiando. Gracias al peregrinar amante de Francisco nosotros tenemos una imagen de lo que es un verdadero amante de Jesucristo, aprendemos lo que significa relacionarse genuinamente con y ser miembro activo de.
El otro aspecto corresponde a la simbología de la heráldica franciscana, dos brazos entrecruzados con las marcas en sus manos de las llagas del crucificado, uno de Cristo y otro de Francisco. Más allá de que ese escudo obedezca a un aspecto gráfico que nos ayude a identificar una huella franciscana en tal o cual lugar, esa heráldica busca comunicarnos las virtudes que la familia franciscana encarna. Esa expresión de identidad, dos manos diferentes abiertas compartiendo las huellas de un destino y paso definitivo como lo fue la Cruz y la muerte de Jesús son para mi invitación a la estrechez de voluntades, de propósitos y destinos a los que también yo estoy llamado. Francisco deseo y conoció tanto la realidad crucificada de Jesús que terminó el mismo crucificado, tal como lo expresó San Pablo en la lectura que hoy oímos: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo”. Es así como terminamos vinculándonos a una causa y siendo identificados en tal o cual consigna. Con Francisco nos sentimos invitados a discernir dónde depositamos todo lo que somos, dónde ponemos nuestras manos trabajadoras o soñadoras, las que están cosechando o apenas sembrando. Las realidades crucificadas son numerosas y abundan a nuestro entorno y necesitan nuestras manos limpias, o llagadas, y brazos fuertes. Necesitan propósitos entrecruzados que asuman el dolor de la humanidad, que lancen sus manos abiertas hacia el buen y amante Dios y hacia los rostros de los hermanos que sufren hoy la cruz de los crucificadores contemporáneos, lista de hermanos.
Esto me lleva al tercer aspecto, el de la ruptura de las fronteras. El mismo Francisco se embarcó a Tierra Santa durante las cruzadas y allí encontró al sultán. Eso parece un poco al Jesús adolescente cuestionando y enseñando a los doctores del Templo. No me veo yo mismo en esas, dado el perfil que requeriría para encontrar un emir. Tal vez alcance a llegar a Riad, a Qatar pero no a una entrevista así. Eso se me parece un poco al Nobel de Literatura recién proclamado ayer, celebrado por su literatura novedosa que es al mismo tiempo heredera de una tradición bíblica. ¡Qué valiente es el que cruza fronteras siendo consciente de sus orígenes! ¡Qué admirable es aquel que emprende un viaje hacia sus propias fronteras y las expande! Francisco nos ha enseñado con su cruce de fronteras lo que significa vivir en pobreza o en la riqueza, en la penitencia o la dicha, en la soledad o en la compañía, en él hambre o en la saciedad, etc.
Hoy cruzamos fronteras buscando un mejor porvenir, calidad de vida y consecución de sueños y ante eso, los que tienen que sacrificarse más, arriesgan su vida, su cuerpo, sus familias. Hoy me pregunto cuál sería la dirección que tomaría Francisco, quizás los Frailes Menores nos lo cuenten, aunque se que ellos están en cada lado de la frontera, en unas consolando, cuidando, alimentando y en otras acompañando, acogiendo.
En fin, estás son algunas de las consecuencias hasta donde nos ha llevado un romántico enamorado de Jesucristo, cuánto me gustaría que descubriéramos los demás matices en el encuentro con los frailes franciscanos que hoy nos rodean. Felices Fiestas
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