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El sentido comunitario de la eucaristía y su vivencia desde casa

|  septiembre 23 de 2020  | POR: FRAY Rodolfo Toro Gamba, O.P. | 

Debido a los estragos ocasionados por la pandemia del COVID-19, aproximadamente el 16 de marzo[1] se publicaba la noticia en la que se afirmaba que la Iglesia colombiana cerraba sus puertas para la celebración eucarística dominical, luego de un tiempo en el que según las autoridades se permitía únicamente el ingreso de un máximo de personas a este tipo de celebraciones caracterizadas como “masivas”.

            Nos encontramos ahora justo en la coyuntura en la que se está volviendo a la nueva normalidad, y hemos visto cómo a lo largo y ancho del país la reapertura económica ha dado paso también a la reactivación de encuentros en un número de personas reducido, y en el que la gran premisa ya no es el aislamiento obligatorio, sino por el contrario, el aislamiento de únicamente quienes tienen algún tipo de síntoma o son casos positivos.

            Teniendo en cuenta esto, la re-apertura de las iglesias que ha sido progresiva, primero en los municipios de pocos contagios y luego en las grandes ciudades, aún nos sigue cuestionando sobre la vivencia de la misa desde casa, esto es, a través de la virtualidad, por lo que nos centraremos en descubrir la orientación de la eucaristía como signo visible de la comunión eclesial. Este escrito tiene como punto de referencia la carta del cardenal Sarah, prefecto de la congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, firmada el 15 de agosto de 2020 y aprobada el 3 de septiembre del mismo año por el Papa Francisco.[2]

Los primeros cristianos “edificaron lugares que fueran domus Dei et domus ecclesiae, donde los fieles pudieran reconocerse como comunidad de Dios, pueblo convocado para el culto y constituido en asamblea santa.”

Durante los primeros dos siglos de la Iglesia se evidencian algunos testimonios que hablan de la Eucaristía como signo de comunión y de fraternidad, reuniones llamadas ágape, que significa amor en griego. El sentido general de estas reuniones pasaba por la fraternidad y el sentido de esta al compartir en unidad la comida, lo que declara cierta pertenencia a la comunidad. En ese sentido, también sus reuniones pasaban por ser litúrgicas, puesto que expresan cierto clima de ritualidad con la presencia del obispo y los demás ministros, en el que se intercalan salmos y oraciones, además de una notable espera escatológica del Reino.

Esta situación en la que se encarna un clima fraternal cambia debido al número creciente de cristianos y a un cambio de ambiente, es decir, la comunidad cristiana adquiere una identidad independiente del mundo cultural judío, sin embargo, se evidencia también la independencia de estas, en las que aparece la eucaristía con ágape en el medio, al final de la comida, separados o la eucaristía sola, sin compartir.

Los testimonios de esta evolución, pueden ser encontrados en la Didaché, además de Plinio el Joven, Ignacio de Antioquía, Justino o Hipólito. De acuerdo con lo anterior, se evidencia una notable construcción litúrgica, en la que la palabra descendente de las lecturas bíblicas y la palabra ascendente de la plegaria eucarística, las bendiciones sobre el pan y el vino se organizan como bendición eucarística, en un diálogo que viene de Dios y va hacia Él.

San Justino describe la vida de los cristianos en su Apología dedicada al emperador Antonio Pío y a Marco Aurelio, en el que destaca que después del bautismo se hacen algunas oraciones comunes, y destaca la presencia del ministro como iluminado, y en el que indica que, acabadas las preces, se saludaban con el ósculo de la paz, y luego de esto, quien preside presenta sobre los hermanos pan y una copa de agua y vino mezclado. Destaca también en el relato de san Justino, la mención al Espíritu Santo, y se menciona de igual manera el día llamado del Sol, en el que se encuentran reunidos, comparten y se hace participante a cada uno de las “cosas eucaristizadas”, y a quienes se encuentran ausentes se les envía por medio de diáconos. Destaca que se reúnen en un solo lugar, primero escuchan las lecturas bíblicas, luego la celebración en torno a la mesa eucarística y la distribución de la comunión. Se evidencia una activa participación de la comunidad, y aunque no aparecen datos sobre los cantos, se ven más adelante involucrados en la celebración.

Además de lo anterior, el Cardenal Sarah hace alusión la expresión del texto bíblico de Mateo: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20), teniendo en cuenta que “La dimensión comunitaria tiene un significado teológico: Dios es relación de personas en la Trinidad Santísima; crea al hombre en la complementariedad relacional entre hombre y mujer”

Es necesario resaltar la vivencia de la eucaristía desde la prespecialidad como signo de la comunión eclesial, puesto que, aunque por medios virtuales accedemos al pan de la palabra como ha sido denominado, carecemos de la comunión sacramental, teniendo en cuenta que somos Cuerpo Místico de Cristo porque participamos del cuerpo sacramental, y aunque se afirma que la comunión es con Cristo, no se puede olvidar que la comunión con Cristo también es la comunión entre los fieles. Aunque también hay que decir que a través de la virtualidad participamos de la comunión puesto que oramos con la iglesia universal, y que podemos hacerlo en términos de fraternidad con las personas que nos rodean.         

Afirma el cardenal Sarah que, “asistir a una misa a través de los medios de comunicación no es equiparable con la participación física en la iglesia” por lo que “Es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia, y la celebración de la liturgia, particularmente de la Eucaristía”

Y continúa diciendo el cardenal,

aunque los medios de comunicación realicen un valioso servicio a los enfermos y a los que no pueden ir a la iglesia, y han prestado un gran servicio en la transmisión de la Santa Misa en un momento en que no era posible celebrarla comunitariamente, ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede sustituirla. Por el contrario, estas transmisiones, solas, hacen que se corra el riesgo de alejarnos del encuentro personal e íntimo con el Dios encarnado que se nos ha entregado no de forma virtual, sino real, diciendo: "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56). [3]

Pero si por motivos de la pandemia aún debemos seguir enfrentándonos a vivir la eucaristía desde casa, debemos tener en cuenta que es una oportunidad para arraigar el valor de la eucaristía dentro de nuestras comunidades y nuestras familias, además de ser una oportunidad catequética en el que podemos descubrir la riqueza de las tradiciones y las formas en la que esta se celebra.

Aunque evidentemente podemos caer en varios peligros. En primer lugar, nos vemos enfrentados a una normalización de la eucaristía desde casa, es más, desde cama y sin ningún tipo de esfuerzo, pues qué mejor que decir que Dios está en todo lugar, y desde cama también es posible acercarnos a Dios, olvidándonos de lo expuesto anteriormente, es decir, de la dimensión comunitaria de la eucaristía; ante esto, alguien podría afirmar que la eucaristía es comunitaria porque se une a la oración universal de la iglesia, sin embargo descuida el ágape en el encuentro fraternal, en la disposición de peregrinación con la que iniciamos, y la misión a la que somos enviados a nuestros hogares.

También podemos olvidarnos del carácter comunitario de la participación eucarística en ciertas fanaticadas que pueden ser nocivas, puesto que no se esclarece el mensaje único del evangelio, sino que nos conlleva a una división incluso eclesial, y en donde es importante la parroquia como eje que articula en gran medida al Obispo como pastor de una iglesia diocesana, y a los párrocos que hacen parte de un engranaje de la comunión eclesial.

Es importante resaltar que el misterio eucarístico no termina en los elementos, es decir únicamente en consumir al mismo Jesús al que le hemos reconocido en la fracción del pan, sino en las personas, en la comunidad eclesial, y ante esto es necesario invitar a la vivencia de la eucaristía no enfrentados únicamente a una pantalla que muestra lo que el sacerdote hace y dice frente a nosotros, sino por el contrario sentirnos unidos a esa acción eclesial que debe ser llevada a todos los campos, al mercado, al comedor, a la fila en el banco, siendo signo visible de esa comunicación eclesial que ha hecho efecto en la vida personal.

Otro de los peligros recae en la gran cantidad de eucaristías que son televisadas o transmitidas al mismo tiempo en los mismos medios de comunicación, y aún más, en medios televisivos en los que con tan solo cambiar de canal no cambiamos tan solo de parroquia o de templo, sino también de iglesia y nos podemos ver enfrentados a un sincretismo religioso, pues mientras el padre está preparando los dones en el altar podemos pasar a ver otra “predicación” sin carácter doctrinal.

Hay que decir, que la celebración de la eucaristía por medios virtuales nos permite acercarnos al pan de la palabra como ha sido expuesto con anterioridad, esto es, escuchar los textos bíblicos que propone la iglesia para cada uno de los días, y esto nos permite participar ya de la comunión eclesial, orar con el salmo responsorial, e incluso disponernos a través de la homilía o predicación. Y aunque por motivos de necesidad no podemos acceder a la comunión eucarística, esto nos garantiza una añoranza de la comunión real y nos permite disponernos para que la próxima vez que lo hagamos sea un encuentro lleno de alegría con el señor que ha resucitado y que nos espera gozosamente.


[1] https://www.elpais.com.co/colombia/iglesia-catolica-suspende-eucaristias-de-los-domingos-en-colombia-por-el-coronavirus.html
[2] https://www.siguenza-guadalajara.org/images/noticias/2020/septiembre/Volvemos_con_alegra_a_la_eucarista.pdf
[3] https://www.siguenza-guadalajara.org/images/noticias/2020/septiembre/Volvemos_con_alegra_a_la_eucarista.pdf


Fr. José Eduardo Pardo Carillo, O.P.


Por: Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P. y Fr. José Ángel Vidal Esquivia, O.P.


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