Justicia y Caridad: Una reflexión cristiana acerca de la ecología desde la universidad
| julio 06 de 2021 • Fray Rodolfo Toro Gamba, O.P. |
A lo largo de nuestras entregas hemos venido haciendo una serie de discusiones centradas en las virtudes, que se van correspondiendo una a una y no de manera única, sino que entran en dialogo o interacción con las demás virtudes, una dinámica que hoy nos tiene relacionando una virtud teologal y una virtud cardinal. Esta especificidad se da teniendo en cuenta que cada uno de nuestros escritos ha querido abordar desde distintas perspectivas una problemática que necesita ser interpretada de múltiples maneras.
En la entrega pasada, teníamos como referente la prudencia siendo una virtud que media en la educación pero que no se queda únicamente en la educación aplicada u orientada por la escuela sino que trasciende en búsqueda del bien común frente a unas orientaciones dadas desde la primera infancia. Por otro lado, es necesario retomar lo que se decía acerca de la justicia:
En efecto, todo acto de justicia ha de ser voluntario, pues quién actúa en voluntad, actúa en libertad, lo cual hace más perfecto el acto, es decir, responde al hecho de que la justicia es una virtud, que a su vez al ser un habito, actúa en pro de un bien. A partir de este concepto entendemos que la idea de justicia que plantea Tomás de Aquino, tiene una estrecha e íntima relación con la razón, que es la que modela las pasiones llevándolas a una rectitud, es así como se debe entender que la rectitud de la justicia está (como se planteaba al principio), en darle a cada cual, según su derecho, es decir, que la justicia responde y conduce a las otras virtudes a partir de su voluntad a obrar por el bien común, y no podemos entender el bien común sin entender una de sus partes, es decir el bien particular.
Ahora bien, podemos preguntarnos por qué hablar de caridad frente a los asuntos relacionados con la ecología, por lo que es necesario afirmar, que la caridad es el amor, el habito del amor que pone en nuestro corazón el Espíritu Santo cuando él se nos da, recordando las mismas palabras que se nos manifiestan luego de la Doxología en la eucaristía: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el espíritu santo que se nos ha dado.
Entonces, podemos afirmar que la caridad hace que uno se mueva por el Espíritu Santo, es decir que la acción frente a la ecología no es una acción completamente nuestra, sino que es movida por el Espíritu Santo que nos impulsa o por el cual se hace el mismo proceso de motivus, palabra latina que viene a representar el primer impulso, como aquella chispa inicial que se encuentra con un combustible y hace que por un proceso mecánico encienda un motor y empiece a andar, que claro que es movido gracias a la voluntad del ser humano en el mismo momento en el que se encuentra con la justicia, ya que todo acto justo parte de la voluntad, pero todo acto de la caridad o del amor parte del Espíritu Santo.
Por consiguiente, la relación entre la caridad y la justicia se ven relacionadas en una dirección en la que la caridad, virtud otorgada por el Espíritu Santo, me permite y me mueve a amar a la naturaleza, los animales y los otros en virtud de la justicia que se relaciona no solamente con Dios, sino en la misma medida en la que puedo reconocer que el otro también es hijo de Dios, que la naturaleza es creación de Dios y que los animales son criaturas de Dios.
Frente a lo anterior, entonces las posturas de la universidad deben estar enmarcadas en el reconocimiento de la caridad que nos impulsa a todo acto de amor, a todo acto ecológico que se encuentra desarrollado en la justicia social. Y podrían encontrarse varias dificultades al afirmar que los quehaceres de la universidad en un estado laical no son permeadas por las reflexiones venidas del Espíritu Santo, o que incluso la forma de actuar de una universidad no confesional no se encuentra ligada con esta representación, por lo que hay que tener en cuenta que en primer lugar, como cristianos manifestamos la acción del Espíritu Santo, que no desmerita el quehacer de la sociedad en búsqueda del bien común.
La Universidad por tanto, confesional o no, se encuentra ligada y enmarcada en la necesidad de una puesta en escena, ya no por incentivar y comprender solamente los valores ecológicos como podría haberse dado en la escuela, sino teniendo presente las mismas realidades en la que se puede hacer una apuesta real que implique un camino de conversión en el cual es posible reconocer a Dios y por ende reconocer la caridad que nos mueve en búsqueda del trabajo por el bien común.
Aclaro que no se trata de dos conversiones, se trata de una sola, la conversión cristiana que tiene dimensiones, espiritual, ecológica, social, y que se va dando por un proceso que es paulatino, por lo que cuando se enfrenta a un proceso se percibe la relación no solo con Dios sino con los demás y con la naturaleza misma.
La universidad por tanto debe partir del hecho de que ya no está formando únicamente la conciencia, sino que por el contrario está actuando movida bajo esa misma conciencia en la que las discusiones llevadas a partir de la interdisciplinariedad mueven a los estudiantes a un trabajo arduo en búsqueda de soluciones. Casos como el PRAU o Proyectos Ambientales Universitarios presentados como fundamentales en la educación universitaria y que se enfrentan con la realidad social:
Los Proyectos Ambientales Universitarios (PRAU), contemplados en la Política Nacional de Educación Ambiental en la estrategia “dimensión ambiental en la educación formal”, proponen involucrar la dimensión ambiental en el currículo de la educación superior (programas de formación inicial y de especialización de profesionales, proyecto de investigación en ambiente y en educación ambiental y servicio social obligatorio para profesionales).
Pero frente a lo anterior, las apuestas educativas en materia de investigación interdisciplinar se deben ver tangibles en puestas en escena y reflexiones acerca de la misma situación ambiental, cuestiones sobre si los ríos, montañas y árboles son sujetos de derecho, acciones particulares desde las ingenierías que motiven el cuidado de la naturaleza, o acciones concretas que ayuden a limpiar los ríos.
Todo lo anterior se ve enmarcado en una problemática social en la que muchas personas no se interesan por el medio ambiente, pero tampoco se interesan por hacer reconocer que la naturaleza no sirve al hombre, sino que está el hombre como cuidador de la casa común y que la universidad otorga herramientas para el conocimiento y la acción del cuidado de la naturaleza, de los animales y del otro, frente a las injusticias causadas por el mismo ser humano que puede ser el depredador de la naturaleza, los animales y sus mismos hermanos.
Esto se presenta como una perspectiva cristiana en la que se manifiesta la caridad que mueve al hombre, al universitario a encontrarse con Dios en la naturaleza, y actuar con justicia en pro de su cuidado.
Por: Fray José Ángel Vidal, O.P. y Fray Ramiro Alexis Gutiérrez, O.P.
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