Finalmente, el mensaje que el Papa Francisco ha venido reiterando para rodear la creación y sentirnos corresponsables de una misión que depende de nosotros para asegurar el porvenir de las futuras generaciones permitió también escuchar al laico dominico Alirio Cáceres Aguirre, de sus palabras se pudo comprender la tarea que plantea la “Laudato Si”; esta Encíclica invoca un cuidado, que trae consigo una nueva espiritualidad que propicie un nuevo relacionamiento, no sólo entre los seres humanos, sino, con la tierra como nuestra “casa común”.
Fr. Franklin Buitrago, Provincial de los Dominicos en Colombia, compartió también su propuesta para lograr esta tarea. 1. Apostarle a proyectos paradigmáticos en la misión por la justicia y la paz con el fin de jalonar experiencias comunes. 2. Creatividad para difundir la Doctrina Social de la Iglesia. 3. Espiritualidad ecológica que se integre a una ecología integral que haga realidad la “casa común” en la vida apostólica y, 4. Hacer una opción por la novedad de los jóvenes, promoviendo liderazgos que hagan realidad la sucesión generacional en la continuación de la misión. Ahora bien, esta misión es difícil de lograr sin una mayor participación de los laicos que enriquezcan el lenguaje de una iglesia viva y de “fronteras”.
Como resultado de las diferentes ponencias que participaron en este importante encuentro sinodal, se pudo interiorizar que la paz de Dios es posible, empero, esta paz demanda la vinculación con otros, “nadie se puede sentir excluido” (Papa Francisco. El Evangelio de la Alegría): Se requiere la presencia de otros, como bien se recoge de estos tiempos de Sinodalidad, eco que se puede encontrar en la Iglesia como pueblo de Dios; así lo entendió el pueblo de Israel en su camino a la Tierra Prometida, así lo consagraron las primeras comunidades cristianas después de Pentecostés.
El Papa Juan Pablo II en el mensaje compartido con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Paz en 1982 recordaría la tarea asumida por la Comisión como interlocutor de las voces que fueron escuchadas en este encuentro:
La paz no es sólo un equilibrio superficial entre intereses materiales en conflicto, sino más bien, en su realidad profunda, un bien de tipo esencialmente humano. (…) Ella resulta del dinamismo de las voluntades libres, guiadas por la razón hacia el encuentro con el bien común, la verdad, la justicia y el amor. (…) No se ve cómo este orden moral podría prescindir de Dios, fuente primera del ser, verdad esencial y bien supremo.
(…) Si la paz es un don, el hombre jamás está dispensado de su responsabilidad de buscarla y de esforzarse por establecerla a través de un sacrificio personal y comunitario a lo largo de la historia. El don divino de la paz es, pues, siempre a la vez una conquista y realización humana, porque es propuesto al hombre para ser recibido libremente y puesto en práctica progresivamente con su voluntad creadora.
En síntesis, los resultados de este Encuentro explican: “por qué la luz sí dobla las esquinas” y compromete mucho más para la misión, de modo que todos se sientan protagonistas, como bien lo recuerda el Para Francisco en la Encíclica Fratelli Tutti:
«Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos».