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Ascensión

junio 01 de 2019  | Por: FRAY Cristian Lopez Marulanda; O.P.

Estamos terminando el tiempo pascual, el tiempo que nos permitimos para reflexionar sobre aquello que es fundamental en nuestra vida de fe: la resurrección. Este misterio se expresa de muchas maneras en el Nuevo Testamento: la tumba vacía, está vivo, se ha despertado, se ha levantado… es decir, no hay una sola forma de hablar de resurrección, quienes escribieron los textos del Nuevo Testamento exploraron varios lenguajes para hablar de este misterio. Es la manera como los humanos intentamos acercarnos a ciertas realidades que se nos escapan continuamente; el lenguaje, los símbolos, las palabras, las imágenes.

Cuando decimos “ascensión” estamos acercándonos al misterio de la resurrección de Jesús, comprendiendo éste de una nueva manera. Diciendo, que la resurrección no es un volver a esta vida, tal y como la vivimos ahora; es un nuevo camino que se abre. Nosotros decimos que nuestra vida aquí es como un caminar, como una peregrinación, pues bien, la ascensión es la continuación de ese camino. Por supuesto que las imágenes que utiliza Lucas son muy coloridas, pero hay que ir más allá del simple hecho de ver a un hombre ascender hacia el cielo. Hay que comprender que se trata de un nuevo camino; Jesús resucitado comparte ahora la vida con el Padre, o utilizando otra palabra, es “glorificado”.

La ascensión, según la manera como la muestra Lucas nos permite hacer conciencia de la dificultad con la que se encuentran ahora los discípulos de Jesús. Una vez terminadas las apariciones del resucitado la comunidad se encuentra ahora entre el sentir la ausencia física de Jesús y creer en su presencia tal como es indicado por el evangelio. Es una partida, pero el evangelio insiste en que los discípulos volvían llenos de alegría. Así, esta despedida se convierte en un nuevo comienzo para todos. Lucas nos señala el tránsito entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la Iglesia; Jesús estará en adelante presente de otra manera, Él mismo dice que no nos va a dejar solos y esto se convierte en un gran reto para la comunidad, el reto de convertirse con la asistencia del Espíritu, en presencia viva de Jesús, en memoria de lo que Él es, en presencia de su Reino.

Celebrar la ascensión es celebrar el camino de vida que la resurrección de Jesús abre para todos y marca el camino que debe continuar la Iglesia como comunidad de los discípulos de Jesús, que celebra este don de amor infinito que Dios nos ha hecho, comunidad que está llamada a compartir su propia alegría y esperanza; siempre seguros de la promesa de Jesús: “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.”