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La Ascensión del Señor

|  mayo 16 de 2021  | 

El último capítulo de San Marcos, refiere a un importante suceso en nuestra tradición como cristianos, es la afirmación de la resurrección de Cristo y su aparición a sus discípulos, en el que les demuestra que la muerte no tiene la última palabra. Es Jesucristo, quien aparece en carne y hueso, y que después de hablarles a sus discípulos, fue elevado al cielo, y se sentó a la diestra de Dios Padre.

Además, les dejó un mandato a todos sus apóstoles: “proclamar la Buena Nueva a toda la creación”. Y ¿Cuál es la Buena Nueva? Para esto es necesario escudriñar las Sagradas Escrituras y nuestra tradición católica, para descubrir con la luz del Espíritu Santo, el mensaje de salvación que contiene, particularmente los evangelios. Al adentrarnos en la meditación evangélica, comprenderemos el mensaje de amor que el hijo de Dios nos dejó.  

La Buena Nueva de nuestro Señor Jesucristo, está dirigida a toda la creación, es nuestro compromiso dar a conocer el mensaje de esperanza cristiana, donde los seres humanos, tengan una experiencia personal y liberadora con el resucitado. No obstante, el Señor pide para esto un requisito indispensable, para que las personas experimenten esa liberación y logren transformar sus vidas.

Jesucristo, nos pide la urgencia de creer en esa Buena Noticia que nos trae del Padre. Pero, ¿qué es Creer?  la RAE tiene varias acepciones respecto al concepto Creer, pero, la más cercana al tema que no compromete es esta: “de tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”. En consecuencia, hermanos, creer es tener fe de aquella transmisión apostólica que a lo largo de la historia se ha conservado.

Creer es tener Fe, y esto se construye en una respuesta libre del hombre hacia la iniciativa de nuestro Dios que se revela. Es la revelación que sale desde la misma Encarnación del hijo de Dios y que gradualmente se fue mostrando como nuestro salvador y vencedor del pecado y de la muerte. Por ello, la invitación principal de Jesús a sus discípulos es a creer en su palabra, en sus obras y en su resurrección, que es la esencialidad de la Buena noticia del evangelio.

Este fue el mensaje que los apóstoles proclamaron y que llevó a que las demás personas creyeran. Además, de los signos que los acompañaban, demostraba que Dios estaba con ellos. Son signos que nuestro tiempo exige de cada uno de nosotros, y ¿Qué se necesita para que los signos del resucitado nos acompañen? Simplemente, como nos pide Jesús, debemos creer en la Buena Nueva del Evangelio y proclamarla a todos los pueblos.

El hecho mismo de creer en aquello que la iglesia nos propone por medio del credo, es lo que nos lleva a vivir como cristianos y como hermanos en unidad, en una sola fe, la cual nos permite vivir bajo el vínculo de la caridad. Así mismo, creer en los misterios de la salvación que están contenidos en el credo, no es creer en una invención humana, ni capricho personal de alguien particular, sino fue la recomendación del mismo Jesús a sus apóstoles, en el que les dice que creer, bautizarse y proclamar el evangelio es garantía de salvación.

Es de reconocer que el credo apostólico se fue construyendo en un proceso de experiencia eclesial, que, con la venida del Espíritu Santo, el testimonio de los apóstoles y la tradición evangélica; fue dando forma a nuestra fe católica y apostólica. Una afirmación en la encíclica Qui Pluribus del Papa Pio IX, en el cual cita a San Juan Crisóstomo donde dice: “todo el principio de nuestros dogmas tiene su raíz en el mismo Señor de los cielos” Por esto, creer en la transmisión apostólica, es comprender, que fueron, los apóstoles quienes recibieron los tesoros de la fe del mismo Señor.

El hecho de proclamar esta fe, es estar convencidos de que los signos y la presencia del Señor nos acompaña. Por consiguiente, en él envió del Espíritu Santo, se confirma que aquellos que crean en Cristo serán acompañados por signos y prodigios asombrosos. Sin embargo, se necesita creer y anunciar la Buena Nueva para que los signos sean visibles. Ahora nos queda esta pregunta, para reflexionar ¿realmente estamos convencidos de la Buena Nueva de Jesús?

Esta Buena Nueva nos interpela como cristianos, y nos vincula a llevar el mensaje de salvación, transmitiendo la alegría del evangelio, el cual nos introduzca en la experiencia personal con Jesucristo.  Es urgente en los tiempos actuales una experiencia personal con Jesús, encuentro que nos permita transformarnos, no por nuestras propias fuerzas pues sería todo fatiga y cansancio, sino más bien, con Cristo de nuestra parte, así seremos renovados con más fuerza. En este sentido, es Cristo, la luz verdadera, quien nos hace ver la luz y nos lleva por senderos de paz.

Por lo tanto, este pasaje evangélico de San Marcos, nos hace un llamado, a cuestionarnos, como estamos viviendo nuestra fe. Así mismo, invitándonos a ser perseverantes en la evangelización y la predicación, hacia aquellas personas, que aún desconocen el mensaje transformador de nuestro Señor Jesucristo. Mensaje que nos permite vivir en libertad, deseando la justicia y el derecho. De este modo, cada uno de nosotros, reconoceremos nuestro compromiso a promover el mensaje que recobra la dignidad a cada ser humano, mensaje que rechaza la corrupción el cual nos tiene arrodillados hacia la decadencia en todos los estamentos sociales, políticos y civiles.

Finalmente, quisiera recordar lo que Francisco, nos ha expuesto en su encíclica Fratelli Tutti: afirmando: “Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer». Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo.”.

Hermanos, el Espíritu Santo nos impulsa a escuchar y cantar la melodía del evangelio, orientado a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer, De esta manera, elegir la fe en Cristo y permanecer en sus mandamientos, nos lleva a vivir en libertad, sin miedo al futuro, llevando la consigna de nuestro salvador como mandamiento esencial: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”. Esta es la buena nueva de un Dios, que no es indiferente a la realidad humana, sino que se encarnó y nos mostró con su ejemplo en la Cruz, la valentía de amar sin medida, enseñándonos a ser compasivos y misericordiosos para alcanzar la verdadera dignidad humana. Gloria.


Fray Alexander Álvarez Ramírez, O.P.

  • Tecnología en asistencia de organización de archivos
  • Cursa primer semestre de la licenciatura en filosofía y letras de la Universidad Santo Tomás.

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