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7. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». – Pater in manus tuas commendo spiritum meum (Lucas, 23: 46).

|  ABRIL 10 DE 2020 Fray Óscar Andrés Jimenez, O.P., asignado al convento de Santo Domingo, Villavicencio, Meta. |

Nunca nos imaginamos experimentar una pandemia, posiblemente estamos algo cómodos en nuestros sitios de residencia, haciéndonos las únicas preguntas que pasan por nuestro interior, a saber, ¿cuándo terminará esto? ¿cuándo podré salir a la calle?

Hoy es necesario sentirnos como Jesús en la cruz: Con temor, con dolor, en soledad, tal vez vacíos, pero siempre con aquella palabra que reúne toda la esperanza de la vida, “PADRE”; nuestra vida y la de muchos hoy, están dirigidas al Padre Dios, y particularmente esta última palabra como la primera, están dirigidas a Él. Estamos en un contexto donde al parecer para muchos se experimenta una ausencia de Dios, pero no, hoy no, Jesús en su vida nos ha venido dirigiendo palabras de vida, palabras como padre, como hermano, como habitante de este mundo, palabras que de una y otra manera se van transformando en esperanza. Hoy, Él, se confía a Dios con miedo, pero con la esperanza más grande de que en ese mismo instante se manifestaría el Padre en toda su gloria, “al rescate por todos” éste es el acto de confianza suprema.

Desde nuestras calles, hogares, hospitales estamos viviendo una época de ansiedad; de personas que ante la pandemia pierden total sentido de vida y humanidad. Siempre nos han asustado las enfermedades y el estar confinados en un centro de salud; nos gusta la vida, pero tememos por lo que posiblemente vendrá y atentaremos contra la confianza, perderemos el sentido de la esperanza. De esta manera la última palabra en la Cruz no debe ser el signo de una realidad de crudeza y muerte; como hombres y mujeres ante Jesús se nos pide confianza; como la respuesta de Jesús ante la curación del siervo del centurión “os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande” (Lc 7, 9).

Pensar la muerte da temor, se desenmascara nuestra realidad frágil, no por egoísmo, sino por pensar por el momento que viven las personas en los hospitales o clínicas; soledad y temor, el no poder hablar o ver a sus familias, con el único pensamiento de la muerte en ese único aislamiento. Por eso, estas palabras, más que pensar en la muerte o que se ha perdido todo, que llegue a nuestra realidad la verdad contenida en el amor, nuestra verdad última y más alta a la que puede aspirar toda persona y que cada uno de nosotros podamos comunicar a aquellos que pierden todo sentido, que, la salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor, Jesús que se despojó a sí mismo, contempla al ser amado el “HOMBRE” incluso en su desolación; sus palabras y manos elevadas al cielo significan una sola cosa: Que ante el tropiezo y la caída, somos capaces de realizarnos y levantarnos, a través de la contemplación amorosa y confiada del hijo amado, al que podemos llamar siempre “PADRE”.