Reza a Dios, pero sigue remando valientemente, ¡seguramente llegarás a la orilla!
La fe es el primer paso… no la escalera entera. Podría parecer extraño a primera vista pero el afán obsesivo por la fe compromete la originalidad de la vocación cristiana. La imagen del grano de mostaza hace hincapié no en un proceso sino en el enorme contraste entre el insignificante comienzo y el extraordinario alcance de la fe. Pese a todo escepticismo y duda podríamos decirle a la montaña arráncate y siémbrate en el mar… y ¡esta lo haría!. El problema no es nuestra fe, sino eludir la responsabilidad que ella conlleva. Más que ciega nuestra fe debe ser responsable.
Pero podría decirse, que el mismo Jesús dijo “¡ve, que tu fe te ha salvado! Y por su puesto que la fe nos salva (σῴζω lit. sanar o ayudar), pero es esa fe que nos mueve a tener compasión por los demás, la que intercede, la que busca, la que esta impulsada por el amor fraternal, especialmente en la necesidad. Mi experiencia personal de fe trasciende a la esfera de la comunidad como valioso regalo.
Es común encontrar gente corriendo al confesionario cuando sienten que su fe es débil. Parece que nos quejamos mucho de la falta de fe, pero menos de la falta de amor y casi nunca de una esperanza que no me prepare para recibir lo que anhelo o una esperanza que me anime a tener gestos y actitudes que muestren la fuerza de mi fe.
* Fray Alberto René Ramírez, O.P. Fraile dominico asignado al convento de San José en Chapinero, Bogotá; estudió 6 años en Ratisbona, Alemania.