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Al final de la misión cotidiana, el Señor nos espera para descansar

|  julio 18 de 2021  |

Al final de nuestra misión cotidiana, es reconfortante volver a estar con el Señor.

Hermanos, nos acercamos al decimosexto domingo del Tiempo Ordinario. Hemos estado recorriendo, durante estas semanas, el camino del Señor y hemos podido reflexionar, meditar y profundizar en sus acciones y lo que ellas significan para nosotros. Sin duda alguna, cada paso que ha dado Jesús en su vida, expresado en las Sagradas Escrituras y actualizado en la celebración eucarística comunitaria, es un paso más que nos lleva a la felicidad en la plenitud de la salvación junto al Padre.

El domingo pasado reflexionábamos con las instrucciones que el mismo Señor daba a los apóstoles en su encargo de predicación de la Buena Noticia. El contenido de este anuncio no era otro que el Reino de Dios que había llegado, manifestándose a través de las obras del Señor Jesús. En este domingo, la Liturgia de la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el balance positivo de dicha misión, cuyo resultado no se expresa en un informe detallado del asunto (número de convertidos, condena de quienes rechazaron el mensaje, capacidad de aceptación o de rechazo). La conclusión de la misión es, sencillamente, volver con el Señor y permitirse descansar con Él.

Jesús es el autor del envío. Él mismo llama, instruye y envía. Pero podemos olvidar que también Él es el que nos espera al final de la jornada. Nosotros, en las labores diarias, en las actividades cotidianas, nos esforzamos, a veces no alcanzamos lo que queremos, en ocasiones nos sentimos cansados, bajos de ánimo, nos sentimos agobiados por tantas cosas por hacer. Tal vez los discípulos, en su acción misionera se sintieron desilusionados por el rechazo de algunos. No obstante, el apóstol, es decir, el enviado, vuelve al origen de su envío, como la creación tiende a la fuente de su existencia: Dios mismo. Y la palabra del que envía, el Hijo de Dios hecho hombre es: vengan conmigo, vamos a un lugar solitario a descansar un poco.

En el mundo de hoy, vivimos cargados de trabajos, encargos, metas por cumplir, tareas por desarrollar, cuestiones por resolver y un gran número de etcéteras. Esta gran cantidad de elementos puede saturar nuestras mentes y nuestros corazones al punto de desgastar nuestro buen ánimo; nos convertimos en personas que fácilmente caemos en la ira, la tristeza, la desesperación. Incluso, podemos llegar a hacerle daño a los demás. Tal vez sea necesaria una reflexión, un momento de silencio, un retiro, un pequeño desierto en el que, sencillamente, podamos interiorizar nuestras actividades, nuestros trabajos diarios para descubrir en ellos la potencia de nuestra felicidad: una oración, un momento de silencio, el descanso nocturno, apagar por un rato el celular, en fin.

Cristo es el origen de nuestra vocación, de nuestro llamado y también es la persona que, al final de todo lo que ha pasado en nuestro día, nos espera para permitirnos descansar y recobrar fuerzas. El descanso anticipa la tarea del pastor, de hecho, permitirnos reflexionar en la recuperación de las fuerzas nos permite garantizar una acción más integral y efectiva en pro de la salvación de nuestros hermanos. El evangelio termina precisamente así: las multitudes siguen buscando salvación, palabras de vida, el Reino de Dios debe seguir siendo anunciado, es decir, el trabajo continúa, pero ahora es el Señor quien toma la decisión de enseñar, porque Él es el Pastor bueno que da la vida por sus ovejas.

Hermanos, no olvidemos la reflexión personal, siempre habrá tiempos para el silencio, para la meditación interior, para reconfortar nuestro espíritu en quien nos envía. Consideremos alejarnos de tanto ruido, de tantas distracciones ininterrumpidas para entrar en contacto con aquel que nos llama cada día a trabajar por el Reino, pero que no es indiferente a nuestras fatigas y nuestros desánimos, porque, en últimas, Él es quien toma la iniciativa de hacer crecer lo que nosotros, con nuestro esfuerzo, hemos sembrado.


Fray Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

  • Licenciado en Filosofía, Pensamiento Político y Económico.
  • Cursa séptimo semestre de Teología en la Universidad Santo Tomás.

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