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¡Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!

|  octubre 18 de 2020  |

Con estas palabras responde Jesús a los fariseos y herodianos que quieren sorprenderlo preguntándole sobre la licitud de pagar o no tributo al emperador romano; la pregunta está planteada para generar controversia. Jesús se enfrenta así a dos posibilidades: por un lado, declararse en contra del impuesto ante los partidarios de Herodes, figurando como agitador político y contradictor de la soberanía romana, y por otro lado, aceptar delante de los fariseos el pago de dicho tributo que implicaría reconocer el sometimiento al imperio y perder credibilidad como profeta. Jesús reconoce la hipocresía oculta de quienes lo interrogan, por eso, más allá de dar una respuesta satisfactoria o poco comprometedora, apela a algo más serio y profundo: la relación Dios-hombre, Iglesia-mundo, fe y política.  

Jesús pide una moneda para preguntar a quién corresponde la imagen en ella tallada, pero en el contexto de la época estás llevaban marcada la imagen del emperador como instrumento de propaganda circulante que recordaba a la gente el poder político de Roma, por eso es normal que la tuviesen, pero el poseerla no significaba que sus interlocutores necesariamente la usaran, estaban en el área del templo donde había cambistas de dinero para facilitar el pago del impuesto. La dificultad no radica en el pago del tributo en sí mismo, se trata de afirmar si pagar esta carga económica al monarca corresponde a la voluntad de Dios o la contradice.

Es preciso recordar que Israel era un país conquistado por Roma y dominado por su poder militar, por eso muchos nacionalistas predicaban la revolución contra esa opresión y consideraban que pagar impuestos era pecado pues significaba colaborar con el opresor; muchos se sentían indignados contra el tributo porque recordaba constantemente la dominación extranjera. Los judíos quieren comprobar si Jesús apoya esta moción, pero su respuesta los defrauda al pasar de un plano ideológico a la dimensión de lo práctico. Su enseñanza indica que es permitido pagar el impuesto sin que esto signifique estar a favor de Roma; la centralidad es el Dios de Jesucristo.

Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César no corresponde a escapar del mundo para quedarse mirando al cielo, la respuesta que Jesús da evidencia la necesidad de denunciar todo tipo de teocracia que busque, en nombre de Dios, oprimir al ser humano. La sentencia de Jesús distingue de raíz dos planos: el orden de lo temporal y el orden de lo religioso, dando a cada uno lo que le corresponde, sin que implique contradicción: ni una divinización del poder político, ni un detrimento de la soberanía de Dios.

Los partidarios de Herodes y los fariseos han fallado en su intento de comprometer a Jesús, su maniobra no ha producido efecto, por el contrario, este complot se ha convertido en pretexto para que la Palabra de Dios llegue a los hombres, y su mensaje contrarreste cualquier forma de poderío que atente contra la búsqueda de la verdad que es Dios mismo actuando en la historia humana.

La moneda que le presentan a Jesús es el medio de pago que tiene valor sólo en ese territorio, designando la validez del dominio de aquel cuya imagen está marcada en la moneda, que en este caso es el César como representante de Roma, de esta forma se muestra su dominio en dicho país, poder que de ninguna manera es competencia para la soberanía de Dios sobre su pueblo. 

Dar a Dios y al César lo que legítimamente les corresponde no busca establecer dos lineamientos distintos entre Iglesia y Estado, sus palabras colocan los Intereses del emperador en el lugar que le corresponde, desde la perspectiva de aquel que realmente cree y busca el reino de Dios; no se desvirtúa el derecho del soberano, pero sí se reafirma el poderío de Dios. Pueden dar dinero al emperador, en fin, es su territorio, pero Dios es y será siempre el Señor de todo y de todos.

El mensaje de Jesús no se limita a los poderes de este mundo, su Palabra llega hasta donde tú y yo seamos capaces de hacer visible su presencia que nos recuerda que somos imagen suya, por tanto, nuestro rostro y nuestra vida deben ser lugar donde aquellos que lo buscan, lo encuentren en la realidad del amor que es Cristo. La luz de la fe debe llevarnos a actuar con coherencia en medio del acontecer humano, allí donde Dios se muestra actuando en hechos y palabras en la construcción de un mundo más justo, libre de opresión e indiferencia. Hoy muchos no necesitan de una moneda, necesitan una palabra transformadora que revele a Cristo y dé razón de Él.

Las palabras de Jesús no consideran el poder político como un universo cerrado en el que pueda perderse el hombre, por el contrario, rompe con este mito, de donde podemos inferir que para el creyente lo político no es algo ambivalente a su fe, es oportunidad de reconocer el reino de Dios actuante en la historia del hombre, orientando hacia Dios cualquier realidad humana.

La política no es un escenario vedado para el creyente, es posible participar de lo político sin dejar de ser cristiano. Esto lo vemos en la realidad de nuestros días, hombres y mujeres de fe de diversos movimientos que irrumpen en el plano de lo político; esperemos que sea para defender, en nombre de Dios, los intereses de los ciudadanos.  

En la Carta a los Romanos (13,1) Pablo afirma que “no hay autoridad que no venga de Dios", dándonos a entender que todo poder humano existe por voluntad divina.  Esto hace pensar que toda autoridad terrena está llamada a responder ante el Creador por la defensa de la verdad y la justicia, la equidad y el bien común.

El Evangelio de este domingo pone en labios de Jesús una sentencia que remite a las implicaciones del poder político frente a la responsabilidad del cristiano, que, en cumplimiento de la misión eclesial recibida en el bautismo, propende por ganar el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Sin duda, la búsqueda del reino involucra todos los ámbitos de la vida humana.   

La moneda tiene el rostro del César por eso hay que devolverla al César; nosotros somos imagen de Dios, por eso debemos volver a Dios. El César reclama su preeminencia en la moneda, Dios reclama su imagen en nuestro ser de hijos. Que el Señor nos haga capaces de reconocerlo como supremo rey de nuestra existencia y desde el corazón, que es su lugar predilecto, nos enseñe a comprender que la fe sólo adquiere su justo valor cuando se experimenta en el encuentro personal y amoroso con un Dios que acontece en la realidad humana.

No hay duda, la imagen que está marcada en la moneda es la del César, ¿Cuál es la imagen que está grabada en tu corazón?


https://www.churchofjesuschrist.org/bible-videos/videos/render-unto-caesar-and-unto-god?lang=spa


Fray Famer Asprilla Mosquera, O.P.

  • Licenciado en Filosofía, Pensamiento Político y Económico.
  • Cuarto año de Teología.
  • Cursa último semestre de Teología en la Universidad Santo Tomás.

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